jueves, 27 de agosto de 2009

CARA A CARA CON EL ANGLIRU: CRÓNICA DE UN SUFRIMIENTO ANUNCIADO

Siete de la mañana del lunes 10 de Agosto de 2009. Por fin suena el despertador al que ansiosamente, con los ojos ya abiertos y la mente en otro sitio, llevaba esperando media hora. Por fin me vuelvo a encontrar con el gran coloso, el Olimpo de los ciclistas lo llaman. Desayuno un poco, sin hacer mucho ruido para no despertar a la famila, y parto hacia Riosa con unas ganas locas de empezar a dar pedales. Al llegar, café en el único bar que está abierto a esas horas. Me siento nervioso, la misma sensación de ansiedad que te invade antes de las grandes citas para las cuales te has preparado y motivado durante mucho tiempo. Aprovecho para recordar lo acontecido la última vez que nos vimos las caras; agotado por el esfuerzo tras casi una hora de agonía, un nevero me cortó el paso antes de las rampas más duras. Retirada a tiempo. Hoy sé que probablemente con el desarrollo que llevaba no hubiese podido con él. ¡Gracias nevero!. Me juré que volvería mejor equipado para la contienda y monté un 34x27 con expectativas de no usarlo, de guardar una bala en la recámara por si acaso, ¡iluso de mí! Me visto y empiezo a rodar, no puedo evitar girar la cabeza y mirar al gigante contínuamente. Me desafía, me reta. Harto de tantas provocaciones, decido aceptar el envite y encaro la confrontación tras una escasa y angustiosa hora de calentamiento y rodaje. Las sensaciones son buenas, estoy en un buen momento de forma y subo ágil. Me aprovecho del desarrollo que he montado para la ocasión, pero de momento no necesito los “platos” que he puesto en la rueda de atrás. Llego al área recreativa fresco; empieza la fiesta. Las pintadas en el suelo me recuerdan donde estoy. Ir leyendo es una buena estrategia para no mirar a los postes que van marcando los kilómetros y porcentajes: “Contador number one, Armstrong dedícate a hacer pulseras” reza una de ellas. No la comparto pero me hace gracia. El americano, nos guste o no, es un gran campeón que ha dado mucho al ciclismo. “Iñigo Cuesta 15 vueltas a España” otro gran campeón muchas veces en la sombra, aunque por suerte se le reconoce su trabajo. Así voy pasando rampas del 22 y 20%, las zonas de Les Cabanes y Les Picones, duras. Con el 25 ya metido y pensando como la última vez había podido llegar hasta allí con “sólo” un 23. Un señor con un todoterreno se para para verme pasar, me anima y me dice que enseguida viene otra vez a verme, ¡que gente más agradable hay por aquí! ¡Horror! Aunque los pensamientos me han sacado fuera de la carretera, me doy cuenta que voy medio “trancado”, tengo que poner toda la carne en el asador y “engranar” el 27, ¡sí! Ese que pensaba no iba a necesitar. Rampas del 22% en la zona de Cobayes. Levanto la cabeza, miro al fondo y veo una recta interminable con una inclinación que me pregunto cómo demonios es posible asfaltar eso. Es la famosa cuña Les Cabres, con un desnivel máximo del 24%, dicen. Tras unos metros de sufrimiento contenido llego al punto donde tuve que echar pie a tierra la última vez que nos habíamos visto (por culpa de la nieve y un nevero, claro ¡gracias nevero!) Me pongo de pie, el corazón lleva ya unos minutos por encima de lo que yo creía era mi frecuencia cardiaca máxima. Aguanto, esta vez a solas, sin artimañas climatológicas o escusas, él o yo. Acaba esta rampa interminable, me siento, recupero un poco de aliento sin aumentar el ritmo y pienso: “ya está”. ¡Error! Apenas me ha dado tiempo de bajar unas pocas pulsaciones y ya veo otra vez porcentajes del 20%: El Avirú. Otra vez arriba sobre los pedales, con el 27 y hasta donde pueda... ¡uf! Parece que suaviza un poco, me da tiempo a ver 1.5 km para la cima y otra “rampona”: Les Piedrusines, pero ¿qué es ésto? Ésta no estaba en las crónicas que había leído, menos mal que alcanzo a ver el final, sufro y la venzo. Ahora sí que me da tiempo a coger un poquito de aire (sin quitar el 27 claro), veo 0.5 km para la cima y otra vez la carretera se encabrita, tampoco estaba esta rampa en la crónicas. Su último intento por vencerme, pero a estas alturas (nunca mejor dicho) no lo vas a conseguir. Lo daré todo, bueno todo lo que me queda porque “todo” hace tiempo que lo dí. Por fín un tramo que pica hacia abajo y al fondo una explanada donde acaba la carretera; el Olimpo de los Dioses no ha tenido más remedio que rendirse, inclinar la cabeza y dejarme pasar. Pero ya no somos él o yo, hemos compartido tanto sufrimiento que nos hemos hermanado, ahora somos dos partes de un mismo todo: el verdadero cicloturismo. Tanto es así que doy la vuelta y vuelvo a subir por Santa Eulalia. Los parajes son de tal belleza que merece la pena el sufrimiento. Eso sí, esta vez con el 27 desde el área recreativa, quiero disfrutar de toda su belleza y ya que nos hemos hecho amigos le voy contando mis pensamientos. Me tengo que callar y nos volvemos a enemistar en la zona más dura, ¿cómo he podido dejarme convencer para volver a subir? ¿no estarás traicionando nuestra amistad y me quieres ver derrotado, no? Tan sólo es una discusión pasajera... Llego arriba y ahora sí, tras cuatro horas largas de pedaleo, mi entrenamiento de hoy ha finalizado; me relajo, saco unas fotos, nos despedimos y no sé si volveremos a vernos, pero seguro que no te olvidaré. En casa me espera la familia, a la que he vuelto a robarles una mañana. Están acostumbrados...


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